Museo - De nuevo en la carretera

De nuevo en la carretera

Después de la Segunda Guerra Mundial, los italianos empezaron a salir de nuevo, con la ayuda de acuerdos interestatales -armas e inteligencia a cambio de materias primas-, hacia los países de Europa y hacia Argentina y Australia. Aun así, pagaron un alto precio: en Marcinelle (Bélgica), en agosto de 1956, por ejemplo, una tragedia en una mina se cobró 237 víctimas, 139 italianos

El flujo se detuvo en los años setenta. El Ministerio de Asuntos Exteriores calculó que, en 1994, el número de inmigrantes italianos en todo el mundo superaba los 58 millones: otra Italia fuera de Italia. Las dificultades económicas que atraviesa actualmente nuestro país han dado un nuevo impulso a la decisión de marcharse: se trata sobre todo de jóvenes, a menudo titulados, que buscan mejores oportunidades de trabajo y de vida en el extranjero, desandando, de otra manera y con otro espíritu, los pasos de sus padres y abuelos.

Hoy: "los otros

Los estudiosos de la emigración estiman en 26 millones el número de italianos que abandonaron Italia entre 1871 y 1971. En ese año, el flujo migratorio cambió de dirección, iniciando un nuevo capítulo en la historia italiana: de país de emigración a país de inmigración. Este éxodo suscitó preocupaciones por el futuro, magnificadas por la crisis económica, y dio lugar a actitudes de rechazo e intolerancia. Temores que no se pueden compartir, pero que son comprensibles.

Por eso es importante mirar atrás y buscar en la historia analogías con lo que está ocurriendo.

Se reproducen las situaciones de ayer: las barcazas del Mediterráneo de hoy, eran ayer las abarrotadas cubiertas de tercera clase de los barcos; los contrabandistas, los malvados reclutadores que hace cien años embarcaban a los emigrantes en buques inseguros para travesías que a menudo acababan en naufragios; los reclutadores de mano de obra, no son más que los agentes de organizaciones criminales que "vendían" emigrantes a empresarios sin escrúpulos.

Las comparaciones son interminables, los resultados, a menudo trágicos, idénticos.

Al tiempo que recordamos el trabajo y el compromiso de nuestros emigrantes, debemos valorar la contribución positiva que aportan a la nación de acogida. En una Italia con un elevado coeficiente de envejecimiento, la aportación de los inmigrantes se convierte en un apoyo al desarrollo demográfico y económico. Ya contribuyen sustancialmente al PIB del país. Suplen la escasez de mano de obra en la asistencia familiar y personal, la agricultura, la construcción y los servicios. También en el sector de las pensiones aportan una importante ayuda al presupuesto del INPS con las cotizaciones a la seguridad social. Cada vez más presentes en el trabajo autónomo, destacan también por la vitalidad que imprimen al sistema italiano de producción y empleo.

A la luz de la historia de ayer, se puede intentar leer las migraciones de hoy con otros ojos.

Hoy: nosotros

Italia sigue siendo un país de emigración, según se desprende del Informe "Los italianos en el mundo 2022" de la Fundación Migrantes, presentado el martes 8 de noviembre de 2022 en Roma.

En los últimos años, caracterizados por las restricciones de viaje debidas a Covid, la comunidad de ciudadanos italianos registrados oficialmente en AIRE, el Anagrafe degli Italiani residenti all'estero, ha superado en número a la población de extranjeros residentes legalmente en el país.

Entre los que viven en el extranjero, el componente juvenil es considerable.

La actual comunidad italiana en el extranjero está formada por más de 841.000 menores (el 14,5% del total de italianos inscritos en AIRE), muchos de los cuales nacieron en el extranjero, pero otros muchos se marcharon con sus familias en los últimos años.

A los menores hay que añadir los más de 1,2 millones de jóvenes de entre 18 y 34 años (21,8% del total de la población AIRE, que representan unos 42% del total de salidas anuales sólo por expatriación).

Luego están los "adultos jóvenes" (23,2% tienen entre 35 y 49 años). 19,4% tienen entre 50 y 64 años; 21% tienen más de 65, pero de ellos 11,4% tienen más de 75.

"Los que se van -recordó el Presidente de la República, Sergio Mattarella, en un mensaje enviado con ocasión de la presentación del informe- son sobre todo jóvenes -y entre ellos jóvenes con un alto nivel de formación- para estudiar y trabajar. A menudo no regresan, con importantes consecuencias en la composición social y cultural de nuestra población". "El balance entre los que entran y los que salen sigue siendo negativo", añadió el Jefe del Estado, "con consecuencias evidentes en el declive demográfico y con repercusiones en nuestra vida social".